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miércoles, abril 17, 2024

Deportado tres veces de EEUU y nunca imaginó conocer al papa

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Josué Daniel Palma dice ser el primer niño centroamericano que subió solo a uno de esos trenes que cruzan México cargados de viajeros clandestinos con ganas de alcanzar el «sueño americano». Puede que exagere al declararse pionero de una tragedia migratoria que hoy está a la orden del día. Pero lo que sí es cierto es que este guatemalteco cruzó México en solitario, por primera vez y sobre La Bestia, cuando tenía 10 años.

Perdió a su madre a los cinco años y su única familia cercana era un hermano que vivía en Nueva York. Así que como él y como muchos de sus compatriotas, decidió también buscarse la vida migrando hacia el norte.

A sus 26 años, Josué ya ha sido deportado de Estados Unidos en tres ocasiones y pasó un año en la temida cárcel del sheriff Joe Arpaio en Arizona.

Pero ahora la suerte parece sonreírle: el próximo miércoles conocerá al papa Francisco en Ciudad Juárez, durante la misa que se celebrará a pocos metros del Río Bravo y la valla fronteriza que divide esa ciudad mexicana con El Paso (Texas).

“Nunca pensé que iba a estar en un lugar donde iba a venir el Papa”, dice Josué Palma a Univision Noticias. “Mi mamá, que descanse en paz, ella tenía muchas ganas cuando estaba Juan Pablo II (de conocerlo). Estar en México, que venga el Papa y yo ser uno de los centroamericanos que vea al Papa es algo muy grande, la verdad”.

Los migrantes, prioridad del Papa

El joven guatemalteco espera al pontífice en Ciudad Juárez, en el albergue de migrantes gestionado por la Iglesia Católica que lo acoge.

Allí se mezclan las historias de decenas de mexicanos y centroamericanos que llegaron a la ciudad a la espera del mejor momento para cruzar la frontera; y las de otros tantos que acaban de ser deportados de Estados Unidos y aguardan la llegada de un camión de los Grupos Beta de ayuda a los inmigrantes, que les lleva a la estación de autobuses y les donan hasta 1000 pesos mexicanos -algo menos de 55 dólares- para que hagan el camino de vuelta a sus lugares de origen.

Desde que se conoció su deseo de visitar México el año pasado, el papa Francisco dejó claro que estar en la frontera era una de sus prioridades.

Hijo de inmigrantes italianos en Argentina, el primer pontífice latinoamericano suele levantar la voz por quienes se ven obligados a dejar sus hogares en busca de un futuro mejor. Se prevé que la misa que dará en Ciudad Juárez sea uno de los momentos más simbólicos de su primera visita al país.

La Casa del Migrante en Ciudad Juárez recibe a deportados cada noche y los entrega al día siguiente a «los beta», un grupo de ayuda al migrante en México.

Josué trabaja en la carpintería de un nicaragüense que ofrece ayuda a centroamericanos que llegan deportados a la frontera. El gobierno mexicano entrega 1,000 pesos a quienes salen del albergue para que regresen a sus lugares de origen, pero esto no es suficiente para pagar el viaje de regreso a Centroamérica. 3 / 6 Josué en la Casa del Migrante

La misa se celebrará en «El Punto»: una explanada desde la que se puede ver el Río Bravo y la frontera que cada año cruzan cientos de miles de personas de manera clandestina.

Allí también planea dar una breve caminata por la línea fronteriza, llevando como invitados especiales a quienes mejor conocen la división entre ambos países: cientos de inmigrantes como Josué Daniel Palma.

Tres deportaciones y una detención en la cárcel de Arpaio

Originario del departamento guatemalteco de San Marcos, Palma ha sido una especie de nómada que creció solo desde que salió por primera vez de su país natal a los 10 años, pero las ganas de conocer al Papa lo retienen ahora en esta ciudad del norte de México.

“Si no fuera por eso (por la visita del Papa), estaría en el camino a Estados Unidos otra vez. O en Guatemala. O quién sabe dónde estaría ahora”, dice el joven.

Le hubiera gustado ser misionero, cuenta. Logra mantenerse en Juárez gracias a un trabajo de ayudante que un carpintero nicaragüense les ofreció a él y a otro compañero hondureño que también espera de conocer al Papa antes de tratar de cruzar a EEUU.

Las tres deportaciones que ha vivido Josué y la detención en la cárcel de Arpaio en Arizona por entrar al país reiteradamente de forma ilegal, no le han quitado las ganas de seguir luchando por conseguir su sueño. Es un delito que considera «inevitable».

Lo impulsa el deseo de tener un negocio propio.

«Yo quisiera tener un negocio de comida. A eso voy. A juntar un poquito de dinero para poner un restaurantito chiquito donde vender algo de comida», cuenta Palma. En su última estancia en Estados Unidos, estudió gastronomía por tres años y trabajó en un restaurante chino en San Francisco, hasta que fue detenido en una redada.

Palma no menciona las redadas, los arrestos, ni las detenciones cuando se le pregunta por el momento más duro que ha vivido como inmigrante indocumentado. Lo peor, dice, fue la muerte a finales del año pasado de un vecino guatemalteco que quiso acompañarle en su nuevo intento de alcanzar EEUU y que en el trayecto, se cayó de un tren en marcha.

«Íbamos en la parte de arriba. Se subieron unos asaltantes. Él quiso correr, no pisó bien y se fue para abajo. El 28 de diciembre se cayó el hombre», recuerda emocionado Palma, quien también tiene secuelas en una pierna de una caída similar.

Palma tiene muy claro lo que le diría al Papa si casualidad tuviera la oportunidad de hablar el próximo miércoles 17 con él, durante su visita a Ciudad Juárez.

“Le pediría que nos den permiso, que no nos regresen otra vez (de EEUU), que no nos agarren, que nos dejen trabajar a gusto. Aparte, le pediría que acabe con el maltrato policial, porque a veces nos tratan mal”.

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